Terapia de Pareja y de Familia – Una Experiencia Enriquecedora

Agradezco la oportunidad que me da este boletín para compartir con los lectores ciertos de mis pensamientos, los cuales han sido construidos a través de mi trayectoria como terapeuta de pareja y de familia. Creo que la terapia de pareja y de familia ha sido mal interpretada por mucho tiempo. Hace años las personas creían que consultar un terapeuta de pareja era augurio de separación. Para mí es una satisfacción decir que esta sensación hacia la terapia de pareja ha evolucionado. Actualmente las parejas buscan cada vez más este tipo de terapia, no solamente porque están desesperadas y casi a punto de abandonar la vida conyugal sino porque sienten la necesidad de mejorar su relación e incluso evitar que se deteriore. Ilustraré con ejemplos dos tipos de procesos terapéuticos que describen lo que la terapia de familia y de pareja implican realmente.

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Algunas parejas con las que trabajo sienten estar pasando por callejones sin salida repetitivos y dolorosos, profundamente arraigados desde hace tiempo en su relación. En el proceso de terapia, la pareja descubre que su esquema actual de interacción está generalmente ligado a modelos disfuncionales pasados y aprendidos en sus familias de origen respectivas.

Mi trabajo como terapeuta de pareja y de familia se hace a varios niveles. Esta diversidad necesita de la comprensión de los conflictos actuales; es una exploración de las herramientas de comunicación que serán desarrolladas.
En caso de crisis violentas, se aconseja realizar un estudio sobre las experiencias traumáticas del niño o el adulto. Al fin y al cabo, es un estudio sobre las capacidades de resolución de problemas propias de la pareja.

La terapia de pareja y de familia plantea la paradoja particular de satisfacer nuestras necesidades básicas de separación, así como las de relación y de intimidad. En este caso, el objetivo que va a transformar la vida de la pareja, es ayudarla a ser honesta con ella misma teniendo siempre presente la importancia del otro; respetarse y aprender a ser respetuoso con el otro; aprender a preservar sus propios límites sin traspasar ni ignorar los límites del otro.

Lo primero que hago cuando una pareja desamparada viene a mi consultorio es tratar de favorecer un ambiente propicio para una comunicación más eficaz.
En este momento es muy útil el siguiente lema: es imposible pelearse y explorar al mismo tiempo. Las parejas descubren generalmente que primero deben aprender a expresarse antes de ser comprendidos.

En este nivel, me gustaría presentarles el ejemplo de una pareja que vino a verme después del nacimiento de su bebé. Levaban dos años juntos cuando Janine quedó inesperadamente embarazada. Benjamín quería que abortara y para su gran consternación ella se negó. La pareja se volvió cada vez más violenta. Después del nacimiento de su hijo las peleas se intensificaron y durante estas peleas Benjamín comenzó a romper objetos de valor en la casa. Benjamín acusaba a Janine de estar muy ocupada con el bebe. Janine, exhausta por las necesidades de su bebe, había tomado la decisión de mudarse a la habitación del bebe en las noches. Benjamín enfurecía cada vez mas por el comportamiento de su esposa, mientas que Janine se sentía abandonada por su esposo y enfurecida por las criticas constantes hacia ella.
Me gustaría añadir algo sobre la vida de esta pareja antes de conocerse. Benjamín era un soldado que sirvió en misiones muy peligrosas en varias regiones de guerra. Cuando conoció a Janine se había retirado de la armada y había encontrado un trabajo como guardia de seguridad de un centro comercial. Él sufría de un trastorno por estrés postraumático no diagnosticado, con reviviscencias violentas (flashbacks) y pesadillas de guerra. Era muy sensible a cualquier cambio en la mirada o en el tono de voz de una persona, desencadenando así un gran miedo o ira intensa. Janine había tenido una infancia humilde y había tenido que dejar el colegio para atender las necesidades del hogar.

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Pude constatar rápidamente que Benjamín estaba aterrorizado por su pareja y que se mostraba sumiso hasta el momento en que no podía contener más su agresividad.
Él se había enlistado en la armada a los 18 años y había aprendido a obedecer las órdenes de sus superiores. En la casa hacía lo mismo y se sentía descuidado y manipulado por su pareja.

Para Janine, la vida había sido dura, nunca nadie se había ocupado de ella y le había tocado valerse por sí misma. Al conocer a Benjamín, ella esperaba que por una vez en la vida alguien la aliviara de alguna de sus responsabilidades.

La intimidad en la relación de la pareja era considerada, erróneamente, como un ataque. Las crisis de violencia eran utilizadas como un regulador de distancia. Y como la pareja no podía centrarse ni hacer una pausa para pensar en lo que sucedía, les enseñé a tomar conciencia de sus sensaciones corporales. Una parte de mi rol consistía en ayudarlos a desarrollar sus competencias de comunicación en la pareja y hacia ellos mismos reconociendo sus propias presiones emocionales. Esto les permitió reexaminar su comportamiento y reconocer que este estaba ligado a experiencias pasadas no resultas. Gracias a este proceso Benjamín pudo por primera vez tomar conciencia del impacto de su trastorno de estrés postraumático en su vida personal y profesional. Por su lado Janina, progresivamente entendió cómo la negligencia vivida en su infancia y sus relaciones amorosas abusivas como adulto, la habían endurecido para poder protegerse contra nuevos abusos. Mientras más sentían su resiliencia, su miedo a acercarse mutuamente disminuía. Aprendieron a apreciar su intimidad abriendo lugar a sus diferencias.

Otras parejas o familias vienen a resolver problemas más específicos con objetivos bien precisos. En estos casos nuestro trabajo consiste en definir el problema que se va a resolver. Para esto, la pareja o la familia aprende a expresar sus “sentimientos” en lugar de culpar al otro; a escuchar atentamente lo que el otro dice y a tomarse el tiempo de reflexionar sobre aquello que todos han compartido para así llegar a un consenso en lugar de precipitarse a imponer su propio punto de vista. Estas herramientas ayudan a colmar las diferencias bajo una solución más adecuada.

Un ejemplo de esto: Christina, madre soltera, tiene problemas con su primogénito, Jerome (12 años) quien no deja de molestar a su hermano menor, Valentín (8 años). Durante la consulta, Jerome explica que su madre ha sido siempre mas indulgente con Valentín que con él. Yo le pido a los niños que dibujen algo libremente. Para ser breve, comentaré solamente el dibujo de Jerome. Él dibujó un caballero con armadura moviendo una espada. El caballero combate una enorme serpiente que está al lado de una pequeña silueta acostada en una cuna. Las observaciones sobre el dibujo fueron compartidas con la familia. La pequeña figura en la cuna es asociada a Valentín cuando nació. En ese momento, la madre comienza a hablar de los primeros meses después del nacimiento de Valentín y de su miedo de que muriera ya que estaba gravemente enfermo. Desde ese entonces, Jerome se volvió muy protector hacia su hermano defendiéndolo de la enfermedad. Y es por primera vez que Jerome se expresa y habla de sus sentimientos de negligencia hacia él y los celos causados por la enfermedad de su hermano. Los niños creen que sus pensamientos son pensamientos “mágicos”, esto significa que tienen el poder de matar o de volver a alguien enfermo. Una parte de Jerome sigue creyendo que es él quien enfermó a su hermano. Valentín por su lado, expresó su propia ira hacia su madre y su hermano por protegerlo demasiado. Este proceso permitió desarrollar un ambiente propicio hacia una comunicación más franca entre los miembros de la familia. En ese momento surge otro tema, la ausencia del padre, tema que podría ser el centro de discusión de futuras consultas, si la familia accede a hacerlo.

La terapia de pareja y de familia es una experiencia muy enriquecedora que permite explorar cómo los esquemas relacionales entorpecen o favorecen el crecimiento. Este tipo de terapia invita a cada uno a abordar los temas relativos a su intimidad, su vida sexual, su parentalidad, sus traumatismos, sus pérdidas… Desde mi punto de vista, el proceso consiste en la adquisición de tres competencias esenciales: la Esperanza de poder comunicar, ser Fiel a sí mismo y Abrirse al otro.

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Por Hélène Beïnoglou-Négri, psicólogo clínico de la red Eutelmed.

Hèléne es psicóloga, habla francés, inglés y griego, y trabaja con adolescentes, adultos, parejas y familias. Ha publicado varios artículos sobre experiencias traumáticas en niños, abuso sexual durante la niñez, violencia en las relaciones de pareja y sobre el impacto psicológico de experiencias traumáticas en los adultos.

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